EL SUFRIMIENTO DEL SER HUMANO.
El conocimiento de este tema será muy útil para nuestro diario vivir. Tema de la Las Cuatro Nobles Verdades.
Buda nos enseña, en su primer sermón de “Las Cuatro Nobles Verdades”, que los humanos estamos ligados al sufrimiento y la insatisfacción; características de nuestras vidas desde el nacimiento, pasando por la vejez y durante la propia muerte. Sufrimos al separarnos de lo que amamos, al no conseguir lo que queremos, con las enfermedades, en la lucha por la riqueza, la búsqueda del reconocimiento y el poder. Sufrimos por la temporalidad de los goces, lamentando su fin, y también por la dificultad de alcanzar anhelos que vemos como indispensables para la realización de nuestra vida, sea ello verdadero o no, ya que cuando nos entusiasmamos con un deseo, vamos en pos de su concreción resueltamente, sin que ello obedezca necesariamente a una consciente propuesta de vida. Si bien conocemos de dichas experiencias y somos capaces de darnos cuenta de lo que nos produce insatisfacción, y también de deducir que no es necesario repetir estos descontentos, no ahondamos más allá. Simplemente no está en nuestra prioridad indagar al respecto. Sin embargo, es claro que no deseamos sufrir ni hacer sufrir a nuestros hijos ni a los demás.
El sufrimiento es un estado mental que experimentamos como resultado de los “engaños mentales” que surgen desde nuestro interior, de nuestra mente. Al reaccionar con una mente, por ejemplo egoísta o negativa, siempre aparecerá el sufrimiento, porque con esa actitud mezquina seremos generadores de problemas. Para comenzar a revertir las cosas y reducir el sufrimiento hay que comenzar por cambiar uno mismo. Buda nos enseña que el origen del sufrimiento está en el deseo y ese apego que involucra inmediatamente el individuo, sobre las cosas y seres observados.
La mente siempre nos genera concepciones erróneas de la realidad, ya que normalmente toma el camino de satisfacer los propios deseos. Cuando vemos una cosa que nos gusta, la observamos y más nos gusta. Le vamos adjuntando cualidades y relaciones que a veces ni siquiera tienen, y también conjeturamos cómplices de nuestro interés, haciendo que nos satisfaga más y más. Con esa actitud que sobreestima las cualidades de una cosa o persona terminamos atrapados a ella (apego), deseándola incontrolablemente, sentando así las bases para la insatisfacción. Debemos tener presente que el deseo se consuma a través de los seis sentidos: vista, olfato, oído, tacto, gusto y mente donde cada uno aporta lo suyo. Por ejemplo el olfato nos dice si el olor nos gusta, disgusta o es indiferente y la mente cuando el fenómeno es deseable que nos apeguemos, o que nos desliguemos.
Convengamos que cuando deseamos algo que nos atrae y no lo obtenemos nos genera alguna insatisfacción. Tomemos el ejemplo de una mascota que nos satisfaga y que no podamos comprar, cuando se enferme o se nos pierda, cualquiera de las situaciones enunciadas que se dé, nos producirá un estado de insatisfacción, debido al apego que generamos por la satisfacción que estimamos ella nos provoca. Sucede lo mismo con las personas, cuando nos produce miedo el pensar o confirmar su alejamiento. Esto de seguro nos inducirá en algún momento al enojo, los celos y avaricia, y más aún cuando se dé, por ejemplo, el riesgo de perderlo. Es un factor mental perturbador, que trastorna y engaña la mente, porque cuando ve un fenómeno (ser, cosa, evento, etc.) lo considera como una causa de felicidad o satisfacción. Nos hace actuar con intención de posesión y retención de lo que nos agrada. En este momento ya no somos capaces de apreciar la situación a cabalidad, porque se presenta esta influencia que nos lleva a actuar incorrectamente, de forma egoísta, imprudente y también con rencor, pues uno siempre trata de controlar las cosas a las que está apegado.
Es entonces, un enemigo del amor, cuando desea poseer, aferrar, fiscalizar y si es necesario nos induce a manipular las situaciones e incluso los individuos, y en este contexto, el amor no tiene como aparecer y colaborarnos. El apego desea la propia felicidad, que se cumplan los propios deseos, en cambio el amor desea que las otras personas sean felices. Por tanto, lo efectivo es que el amor con apego genera infelicidad y donde hay ese sufrimiento no puede haber amor. Debemos tratar de comprender en nuestro beneficio que amar con apego implica interés, e inevitablemente no cabe ahí el desinterés.
Cuando se ama libre de ataduras, sin deseos de reciprocidad y de forma sincera y espontánea, nacen sentimientos de generosidad y un lúcido proceder, que nos permiten alcanzar un contento más perdurable.
Debemos esforzarnos por comprender que un fenómeno apreciable no debe perturbarnos. Él por sí mismo no es capaz de perturbarnos ni de provocarnos nada parecido; “no tiene la potestad de hacerlo”, uno es el que ha permitido, a través de la propia mente, que lo perturbe, debido a que piensa que ese “objeto” es capaz de proporcionar felicidad. Grave error. Un maestro enseñaba con este ejemplo: “cuando uno era joven y perdía un objeto se sentía desdichado, porque pensaba que ese objeto lo hacía feliz. Incluso lloraba amargamente. Si ese objeto apareciera hoy ante uno, de seguro que ahora no lo atraería como aquella vez”. Esto porque se basa en algo falso: “sin esto no puedo ser feliz”, “esto me hace feliz”, y eso es vivir de ilusiones. No es posible entonces que un algo nos produzca felicidad, ya que no t-i-e-n-e la facultad de hacerlo. Piénselo.
Buda nos indica que “el sufrimiento es ajeno a la mente ya que en su origen hay solo claridad, razón por lo que puede cesar, y que para no sufrir debemos excluir las causas del mismo”.
En el fondo dice que si logramos disminuir el deseo, reducimos el sufrir.
Si actuamos con amabilidad con uno mismo y los demás estamos colaborando a que disminuya la insatisfacción, y por tanto, reducimos el lastimar. Es que al estar sin tanto apego o deseo a las cosas de la vida, se reduce el temor, no nos inquieta la “temporalidad”, e ineludiblemente podemos estar más tranquilos y contentos, dedicándonos de forma natural y franca al presente.
Con una mente más libre, equilibrada y tranquila que la que presentamos, que podemos mejorar meditando, nos alejaremos del sufrir y podremos mantener un estado de amor, con sentimientos y emociones más positivas, que perdurarán sin miedo y con alegría. Ello es posible a través de la poderosa práctica de ”Los Cuatro Inconmensurables”: Amor – se logra estabilidad del mismo, Compasión – se logra ser altruista, Gozo – se logra estar más tranquilos y contentos, Ecuanimidad – se logra una mente basada en la rectitud y probidad. Esta práctica de meditación está diseñada para cultivar las virtudes anteriormente indicadas, sirviendo además como antídoto a estados mentales negativos (odio, avaricia,celos,etc).
Cualquier acto no virtuoso produce sufrimiento.
Existen, por supuesto deseos de buena intención, por ejemplo, desear que alguien se mejore.
EL APEGO AL DESEO ES LO QUE PRODUCE SUFRIMIENTO.
(Revise la entrada de Las Cuatro Nobles Verdades, parte uno)
K Dondrup T.
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